miércoles, 24 de febrero de 2010

CARDENISMO

INTRODUCCION

El cardenismo es uno de los fenómenos más polémicos y complejos de nuestra
historia contemporánea. Rebasa a su personaje epónimo, el general de división
Lázaro Cárdenas del Río, aunque la razón de la fuerza y la persistencia de un
movimiento o una tendencia política identificada con su nombre se encuentra en
su gestión como presidente de la República entre 1934 y 1940. Con todo, el
cardenismo, al menos localmente, en Michoacán, es anterior al ascenso del
general Cárdenas a la presidencia de la República, y se prolonga más allá del final
de su mandato y de su aparente retiro a la vida privada, trascendiendo su muerte,
acaecida en 1970, y extendiéndose hasta nuestros días.
La actuación pública del general Cárdenas permitió el nacimiento del cardenismo,
al consolidar al Estado mexicano posrevolucionario y a sus instituciones, mediante
una muy activa política de masas. Su labor como gobernante le permitió alcanzar
una estatura mítica entre amplios sectores de la sociedad mexicana, al mismo
tiempo que –aún en vida- se convirtió en blanco de críticas tan numerosas como
apasionadas.

El gobierno de Lázaro Cárdenas 1934-1940
Lázaro Cárdenas del Río nació en Jiquilpan de Juárez, Michoacán, en 1895. Se
incorporó a la Revolución en 1913 y alcanzó el grado de general en 1920. Entre
ese año y 1933, como comandante militar en varias regiones del país,
desempeñando algunos cargos públicos nacionales y, sobre todo, como
gobernador de Michoacán (1928-1932), fue mostrando su decisión de instrumentar
el programa de la Revolución mediante el apoyo de las masas organizadas;
cuando fue nombrado candidato del PNR a la presidencia de la República, en
diciembre de 1933, impulsó la redacción de un programa de gobierno (el “Plan
Sexenal”) que conjuntara el proyecto del grupo gobernante con las más sentidas
demandas populares que habían llevado a las masas a la Revolución.
Una vez afianzado en el poder, Cárdenas puso en marcha ese programa, dándole
una gran fortaleza al Estado mediante la concentración de poder en la figura
presidencial y la organización política de las masas. Ese Estado fuerte y
centralizado sería el rector de la vida económica y el gestor del desarrollo del país,
y daría satisfacción a las demandas populares, principalmente a la reforma
agraria, pero también a otras aspiraciones laborales y nacionalistas, entre las que
destacó, por trascendente y espectacular, la nacionalización de la industria
petrolera, el 18 de marzo de 1938. Estas acciones, aquí apenas enunciadas,
fueron sumamente polémicas en su momento, y lo siguen siendo. Fue esta labor
la que dio al general Cárdenas la estatura mítica que aún conserva, y la que lo
convirtió, a la vez, en objeto de fuertes críticas.

Politica exterior de Cardenas

Uno de los logros de mayor relevancia de la Revolución Mexicana, una vez concluida la etapa armada e iniciada la creación de instituciones, fue la definición de políticas de Estado con respecto a las relaciones diplomáticas con otras naciones.
Tocó al gobierno del general Lázaro Cárdenas hacer frente a graves acontecimientos internacionales, que le obligaron a hacer patente que los principios declarados contaban con el apoyo de acciones concretas y reales.

Una y otra vez, el régimen cardenista debió asumir claramente una actitud acorde con los principios de no intervención, entendidos como el derecho que tienen los países a que ningún otro, incluso las mayores potencias, se inmiscuyan en sus asuntos internos o externos de su exclusiva incumbencia.
La solidaridad con los países amigos y con las personas injustamente perseguidas se manifestó por ejemplo en los casos en los que México protestó ante foros internacionales por la invasión de Italia contra Abisinia (Etiopía), la agresión de Alemania contra Checoslovaquia, o la intervención soviética contra Finlandia.
México no fue menos firme al defender a los individuos que por causa de expresar sus ideas fueron sujetos de persecución, como ocurrió con el líder soviético León Trotsky, quien finalmente fue asesinado debido a su oposición al gobierno de José Stalin.
Por lo que se refiere a la inalterable solidaridad de la política exterior mexicana con los pueblos amigos, ésta se interpretó como el apoyo a los gobiernos legítima y legalmente constituidos.
Como un preámbulo a la Segunda Gran Guerra Mundial, las fuerzas fascistas iniciaron una serie de ofensivas contra los gobiernos legítimos y uno de sus primeros ensayos fue la agresión contra la República Española por una fracción del ejército, la leal a Francisco Franco.
Por su parte, el gobierno mexicano levantó la voz ante la Sociedad de las Naciones para condenar abiertamente ese hecho y, a la vez, condenar a aquellas naciones cuyo comportamiento fue, en los hechos, un apoyo para la parte agresora.
México evidenció a aquellos otros países que no hicieron nada para detener la agresión contra la república, como aplicar las sanciones establecidas en el reglamento de ese organismo internacional; y, de manera contraria prefirieron crear un Comité de No Intervención. Pero tampoco hicieron nada para condenar la agresión fascista, ni siquiera declarativamente.
En cambio, el gobierno mexicano tomó una posición activa y envió al gobierno republicano español apoyo mediante armas y pertrechos y, además, permitió la organización de los grupos de voluntarios que, en territorio mexicano, decidieron unirse a las Brigadas Internacionales.
Con México estuvieron otras naciones, como la Unión Soviética, que decidieron defender los principios más importantes de la convivencia internacional. A pesar de esos esfuerzos, la victoria se inclinó a favor de las fuerzas fascistas.
Pero la postura de México ante esa grave situación no se agotó en el uso de los causes diplomáticos; sino que, además, actuó para proteger a quienes una vez derrotados, fueron también perseguidos y abrió sus puertas para dar asilo a quienes, en ese momento, requirieran su protección.
El asilo que ofreció México a los perseguidos por sus ideas políticas, no se limitó a los combatientes o ideólogos republicanos, sino también a los niños que debido a la guerra habían quedado sin amparo, a los cuales recibió en su territorio."El gobierno de México, siempre respetuoso de los principios del Pacto y consecuente con su política internacional de no reconocer ninguna conquista efectuada por la fuerza, categóricamente protesta por la agresión exterior de la que es víctima la República de Austria..." Estas son las primeras palabras de la protesta del gobierno de México ante la Liga de las Naciones por la anexión de Austria a la Alemania hitleriana el 19 marzo 1938. México fue el único país que hizo pública su indignación por aquella flagrante violación al derecho internacional. A nuestro país problemas no le faltaban; el presidente Lázaro Cárdenas había nacionalizado el petróleo echándose como enemigos a las compañías petroleras inglesas y norteamericanas (y a sus respectivos países), quienes respondieron con un draconiano boicot a México, y a pesar de la magra situación económica, el gobierno cardenista ofreció asilo a decenas de miles de republicanos españoles y después a las víctimas del fascismo en Europa.



El título de este artículo puede parecer sorprendente e incluso injustificado: no hay relaciones
diplomáticas entre la URSS y México. Parecería entonces que Stalin no pudiera tener una política particular con respecto a México. Sin embargo, semejante conclusión sería perfectamente superficial. Stalin tiene -¡y cómo!- una política con relación a México, sobre todo desde que el gobierno de Cárdenas decidió darle hospitalidad a Trotsky. Recordemos algunos hechos, los más indiscutibles y los más elocuentes.
Al inicio del gobierno del presidente Cárdenas, el denominado Partido “Comunista” de México, es decir, la agencia directa de Moscú, exigía que el gobierno de ese país presente sus excusas a Stalin por los procedimientos del gobierno de Calles-Ortiz Rubio3[3] con relación a la URSS, y no habiendo obtenido las disculpas, calificó de “fascista” al gobierno de Cárdenas. Tal es la línea general antes del gran giro.
Lombardo Toledano se dirigió a Moscú en 1935 para ser allí iluminado por la gracia divina. Y
naturalmente el “Espíritu Santo” descendió hacia él y le mostró la luz. No es posible ser oficialmente un amigo de Moscú sin denigrar, calumniar y combatir a Trotsky con todas sus fuerzas. Toledano se endosó esta obligación y se consagró a ella lo mejor posible. En nombre de los obreros mexicanos, se opuso al derecho de asilo para Trotsky. Felizmente, los argumentos que dio no le parecieron convincentes al general Cárdenas quien tiene de la democracia y del derecho a asilo una concepción muy diferente que la del devoto discípulo de Moscú.


El viaje que casi quinientos niños españoles realizaron en 1937 con destino a México ha sido motivo de estudios y debates aún vigentes. La Guerra Civil los desplazó y el triunfo de los nacionalistas les impidió regresar a su patria. Los llamados Niños de Morelia han pasado a la historia como la generación de exiliados que más sufrió los embates de la guerra y el desarraigo.






Politica de Asilo

Para contextualizar un poco la situación de estos niños al llegar al país, podemos mencionar que la educación fue siempre una cuestión de máxima importancia para la República Española. A partir de 1931 se aumentó el presupuesto destinado a la educación, se dignificó la situación magisterial y mejoraron y aumentaron el número de escuelas, además de impulsar toda una serie de intervenciones complementarias como colonias de verano, cantinas y comedores escolares. En ese contexto tuvieron mucha importancia las experiencias pedagógicas que desde décadas anteriores desarrollaba la Institución Libre de Enseñanza, cuya tarea fue secundada, a partir de 1932, por otros Institutos-Escuela fundados por el gobierno republicano en Barcelona, Valencia, Sevilla y Málaga.
Al inicio del viaje se concentró a los niños en la ciudad de Barcelona,6 y en tren se trasladaron hasta Burdeos (Francia) para iniciar el viaje en barco. A pesar de que las cifras no son exactas, se puede afirmar que unos 34 mil niños entre cinco y 15 años de edad fueron evacuados durante la Guerra Civil. Algo más de la mitad regresaría a España, incluso antes que finalizara la contienda, y otros tardarían un poco más. Los evacuados a la Unión Soviética no lo pudieron hacer hasta 1956, cuando ya eran adultos. Para los niños acogidos en los diferentes países, lo más negativo de su experiencia fue la separación, prolongada en el tiempo, que acabó rompiendo los lazos familiares que dejaron en el país de origen. Es el caso de la mayoría de los Niños de Morelia.


El presidente de México en aquel entonces, el general Lázaro Cárdenas, y su esposa, Amalia Solórzano, fueron los principales apoyos para que los niños viajaran a bordo del barco Mexique hacia nuestro país. Embarcados en Burdeos (Francia), en el mismo navío viajó la selección del Barcelona Futbol Club, aunque los jugadores lo hicieron en camarotes de lujo y los niños en aquellos más escondidos y pequeños del Mexique. La escala en La Habana (Cuba), donde no pudieron bajar los niños, estuvo presidida por pugnas entre partidarios y detractores del viaje. A pesar de ello, los pequeños refugiados fueron recibidos con mucho entusiasmo por la población cubana, que les dio regalos reunidos mediante una suscripción organizada por las autoridades cubanas, y donativos realizados por algunas sociedades españolas en Cuba.
Desde la capital cubana, el Mexique se dirigió hacia Veracruz. Allí desembarcaron los niños el 7 de junio de 1937. El gobierno mexicano desplazó al puerto de Veracruz un gran número de altos funcionarios, encabezados por el secretario de Educación Pública, y allí tuvieron un gran recibimiento. No obstante, algunos sectores de la sociedad, sobre todo los más conservadores, veían con cierta desconfianza la llegada de los niños refugiados. En seguida, los pequeños fueron trasladados a un tren y se celebraron diversos actos de bienvenida en las localidades que atravesaron en su camino hacia el Distrito Federal. En la Ciudad de México fueron recibidos por el presidente Lázaro Cárdenas, y se alojaron en la Escuela Núm. 2, “Hijos del Ejército”, de la capital mexicana. Al día siguiente, abandonaron la ciudad para dirigirse a Morelia, ajenos a la polémica que su llegada había provocado. Finalmente, el 10 de junio una multitud les dio la bienvenida en Morelia, Michoacán. El presidente Cárdenas, originario de ese estado, ubicó a los niños en esta ciudad, y por tal motivo adoptaron el apelativo de “Niños de Morelia”. La multitudinaria recepción en Morelia renovó el debate periodístico en torno a su llegada.


¿Bienvenidos los Niños?
El gobierno de Cárdenas apoyó a la República española de manera muy especial, tal como apunta Mario Ojeda Revah,7 posiblemente en parte para resaltar la autonomía política y económica de México en un contexto internacional donde el fascismo y el comunismo pugnaban por dominar el mundo. En 1936, Cárdenas, en un momento en el que aún no había consolidado de manera plena su poder frente al de Plutarco Elías Calles, temía que el alzamiento de grupos conservadores en su contra sirviera de excusa a Estados Unidos para repudiar la política del buen vecino y preparar el terreno para un renovado intervencionismo en el continente. Cárdenas identificó a la derecha con el golpismo, la inconstitucionalidad, el desorden y el atraso, y quiso posicionar claramente a México –en el panorama internacional– como el defensor de la legalidad, la justicia y la solidaridad. Por este motivo ayudó al gobierno de la República con armas, pertrechos y defendió la República española ante la Sociedad de Naciones.
La prensa mexicana, con la llegada de los Niños de Morelia, inició una reseña pormenorizada del acontecimiento y se mantuvo dividida en dos bandos: los partidarios de la ayuda de México y apoyo a la República española, y los sectores partidarios de Franco. Cabe señalar que la comunidad española residente en el país era muy destacada en ese momento y que su tendencia política mayoritaria era el franquismo.
Algunos ejemplos de las dos posturas la representan, por un lado Alfonso Junco, quien escribió para El Universal:
Estos pobres niños son simplemente carne de publicidad para poder decir: ¡Mira, los huérfanos fabricados por la rebelión de Franco!
Por otro lado, José Elguero expresaba en el Excélsior: “El país necesita sangre blanca en grandes cantidades, para mejorar la especie”.
Desde los sectores conservadores también se pedía al gobierno no politizar la educación de los niños españoles y permitir su adopción. No obstante, el general Cárdenas nunca aceptó esta propuesta de muchos de los residentes españoles.
En el país existió una guerra interna entre El Nacional, que tomó partido por el gobierno republicano español, y el periódico Excélsior, que lo hizo por los conservadores. Cabe mencionar que el gobierno español utilizó el envío de los niños a México como parte de una campaña propagandista con el fin de conmover a la opinión pública de todo el mundo. Este aspecto debe considerarse para analizar actuales situaciones, por ejemplo, el uso de niños en las guerras, delitos, etc. Es decir, la utilización de los infantes, aprovechando su minoría de edad, para proyectos de los adultos –sean sus padres, políticos, empresarios sin escrúpulos, delincuentes, narcotraficantes, etcétera.



Entre la construcción y la crítica: los últimos años del general Cárdenas
Al dejar la Secretaría de la Defensa Nacional en 1945, Cárdenas decidió no
participar activamente en la política nacional. Sin embargo, no se retiró totalmente
a la vida privada: en 1947 fue nombrado Vocal Ejecutivo de la Comisión de la
Cuenca de Tepalcatepec, cargo que ocuparía por dos sexenios y por lo que
recorrió el occidente y el sur del país, preocupado por las condiciones de vida de
los campesinos. A Cárdenas le preocupó también el rumbo político tomado por los
gobierno posrevolucionarios, con proyectos de nación diferentes al suyo; así se
opuso al intento de reelección de Miguel Alemán y criticó la política agraria de
Adolfo Ruiz Cortines. En materia internacional reprobó la invasión de Guatemala
por mercenarios pagados por Estados Unidos, al mismo tiempo que fue
condecorado por el emperador de Etiopía Haile Selassie, por la actitud de su
gobierno ante la invasión de Italia, en 1937. En 1956, recibió el Premio Stalin de la
Paz. Ante la sucesión presidencial de 1958, renunció a su cargo como Vocal
Ejecutivo del Tepalcatepec, y viajó a Estados Unidos y a Europa, en donde
conoció la URSS y se entrevistó con Nikita Jrushchev; lo mismo hizo con Mao-
Tse-tung cuando viajó a China. En 1959, viajó a Cuba para solidarizarse con la
Revolución. Tuvo serias diferencias con el presidente Adolfo López Mateos, a
causa de los presos políticos de los movimientos ferrocarrilero y magisterial. Las
simpatías de Cárdenas por los movimientos de izquierda se confirmaron al
participar en el Movimiento de Liberación Nacional y en la Conferencia
Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz,
en 1961.
Aceptó el nombramiento de Vocal Ejecutivo del Río Balsas, entregando su sueldo
a los trabajadores ferrocarrileros y a David Alfaro Siqueiros, presos en Lecumberri.
Con el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, surgieron de nuevo diferencias debido a
que Cárdenas se integró al Tribunal Internacional Bertrand Russell para juzgar los
crímenes de guerra de Estados Unidos en Vietnam. Condenó en privado la
matanza de estudiantes del 2 de octubre de 1968, pero, como sucedió en muchas
ocasiones, mantuvo una postura institucional. En 1969 fue nombrado presidente
del Consejo de Administración de la Siderúrgica de las Truchas, en Michoacán.
Firmó una carta, entre otras personalidades, sobre la necesidad de un
entendimiento entre la URSS y China para dar apoyo al pueblo de Vietnam.
El 19 de octubre de 1970, Lázaro Cárdenas murió a causa de un padecimiento
hepático.

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